El rugido del estadio de Londres la tarde del viernes 22 de julio
de 2016, justo cuando Usain Bolt cruzó primero la meta de la carrera de
200 m, fue el suspiro de alivio de millones de aficionados, de los
dirigentes de la IAAF y de los JJOO de Río-2016.
La leyenda del atletismo estaba de vuelta. Bolt acababa de ganar
los 200 metros en la London Diamond League con un crono de 19.89
segundos (-0.3 m/s), demostrando estar en plena forma luego de la lesión
en el muslo que le sacó de las eliminatorias preolímpicas de Jamaica.
Tal es la importancia del atleta de 29 años, uno de los rostros más
reconocibles del planeta y quien tendrá los ojos del mundo entero en
sus espaldas. Todos esperan que El Rayo arrase con otras tres medallas
de oro en los 100 m, 200 m y 4x100 m, como hizo en los Juegos de
Pekín-2008 y Londres-2012. Habrá pasado de ser leyenda a mito, algo que
muy pocos deportistas han podido ser.
La presión no parece intimidar a Bolt, que desde los 14 años ha
estado en el candelero mundial. Aún como adolescente, Usain se convirtió
en el campeón más joven de la IAAF al ganar los 200 m en el Campeonato
Mundial Junior de Atletismo de 2002, que se desarrolló en Kingston,
Jamaica.
Seis meses antes estaba llorando en su casa porque, debido a su
timidez, no quería participar en esa cita. Con 14 años, y una altura
aproximada de 1,94 m, ganó el oro de los 200 m con un tiempo de 20.61
segundos.
Fue, empero, su primer récord mundial en los 100 m (9.72 segundos)
en Nueva York en junio de 2008, el que cambió la vida del joven tímido
que salió de lo más profundo de las zonas rurales de Jamaica, con unas
zapatillas viejas en la mano y un pantaloncillo demasiado corto para sus
largas extremidades. Hoy es uno de los mayores íconos en un deporte
que clama por modelos positivos y buenas noticias.
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