martes, 16 de agosto de 2016

Un Bolt lento hace historia


En el calor del estadio de Engenhao se oyó aletear un helicóptero. Después un pistoletazo. La afición, ya ebria después de una noche de atletismo para no olvidar, comenzó a rugir. Poco menos de 10s después, se volvió loca. Había asistido a lo que esperaba, a la consagración de Usain Bolt, su ídolo. Con una marca de 9,81s (0,2 metros por segundo de viento a favor, inapreciable), el jamaicano ganó la prueba más breve, la más seguida, la más esperada, de los Juegos Olímpicos. Nunca había corrido tan lento Usain Bolt para ganar uno de los títulos que han hecho de él el más grande; nuca había sido Bolt más Bolt que en la noche calurosa de Río en la que, media hora después de que su amigo Wayde van Niekerk batiera el récord más respetado de la velocidad, el de los 400m de Michael Johnson, logró el gran objetivo de su carrera, una tercera medalla de oro consecutiva en los 100m, lo que nadie había conseguido nunca. Es la contradicción pura del personaje que ha llegado al olimpismo para ser recordado siempre. Para ser Bolt no es necesario correr más rápido cada vez. Basta con demostrar siempre que se es invencible. En Pekín, Bolt ganó su primer oro olímpico con 9,63s, la final en la que se paró casi a los 60 metros para celebrar su victoria; en Londres lo hizo en 9,69s. Para ganar su primer Mundial, en Berlín, dejó el récord del mundo en el tiempo que seguramente muchos no llegarán a vivir para verlo batido, 9,58s; en Moscú 13, su segundo Mundial, 9,77s, y para ganar el tercero en Pekín 2015, necesitó correr solo una centésima más rápido que Justin Gatlin, en 9,79s. Su tercer oro olímpico en los 100m, el de Río cálido y sudoroso, lo corrió en 9,81s. ocho centésimas más rápido que Gatlin, su sombra (9,89s) y una décima más veloz que los 9,91s de Andre de Grasse, el canadiense que ya subió al mismo puesto del podio, junto a los mismo protagonistas, en Pekín hace un año. “Alguien dijo alguna vez que yo podría ser inmortal. Dos medallas más y lo firmo. Inmortal”, dijo Bolt, como quien dicta su epitafio, después de derrotar en un duelo curioso a su rival jurado, a Justin Gatlin, que entró cohibido por el gigantesco abucheo que le esperaba desde las gradas llenas. Gatlin salió como siempre, como una bomba, y obligó a Bolt, que no acaba de dar con la salida, a una remontada tremenda, casi angustiosa, que acabó con una sonrisa de liberación y un pulgar golpeando su pecho, este soy yo, Usain Bolt, no hay nadie igual. “Siempre habrá gente que dude”, dijo. “Pero que no se equivoque. Estoy en mejor forma que el año pasado”.

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